Hacia una interacción constructiva: una propuesta de alumnos de preparatoria

Towards a constructive interaction: a proposal for high school students

Francisco Javier Castañeda Millán
Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de Mèxico
franciscoisceem@yahoo.com.mx

Resumen
El presente artículo analiza teóricamente la categoría de “interacción”. Asimismo, a partir del análisis de cuestionarios aplicados a alumnos, se rescatan los elementos que configuran a la interacción constructiva, categoría que se construye desde la lógica de los alumnos de preparatoria que participaron en la investigación. Teóricamente se considera que la interacción que se establece entre docente-alumno en el ejercicio de la práctica pedagógica es un elemento básico para potenciar ambientes adecuados que permitan mayor comunicación y confianza de los alumnos hacia el docente y así propiciar el logro de mejores aprendizajes.Sin embargo, los alumnos van más allá y consideran que no solo debe existir interacción, sino que esta debe ser constructiva en la relación maestro-alumno. Consideran que para que esto suceda en la práctica pedagógica, el docente debe practicar elementos como: disposición, valores éticos, tener buena comunicación, convivencia y comprensión hacia los alumnos.  

Palabras clave: maestro, alumno, interacción, interacción constructiva.

Abstract
This paper theoretically analyzes the category of "interaction." Also, from the analysis of questionnaires administered to students, they are rescued the elements that configure the constructive interaction category that is constructed from the logic of high school students who participated in the investigation.
Theoretically it is considered that the interaction established between teacher-student in the exercise of pedagogical practice is a basic element to promote suitable environments that enable greater communication and trust of the teacher and students to promote the attainment of better learning.
However, the students go further and believe that not only should be interaction, but rather in the teacher-student relationship the interaction should be constructive. They consider that for be constructive interaction in pedagogical practice, teachers should practice elements such as: availability, ethical values, having good communication, coexistence and understanding towards the students.
Key words: teacher, student, interaction, constructive interaction.
Fecha recepción:     Diciembre 2013     Fecha aceptación:  Marzo 2014


Introducción
El presente artículo se deriva de una investigación mucho más amplia que se realizó como parte de los estudios de doctorado en el Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México. Este artículo está integrado por tres apartados. En primer lugar se aborda la categoría de “interacción” desde una perspectiva meramente teórica. En un segundo apartado, rescatando tanto la teoría como material empírico y como parte de los primeros hallazgos de la investigación, se da cuenta de la categoría “interacción constructiva”, que es una construcción de los alumnos de la escuela preparatoria en donde se realizó la investigación. Finalmente se presentan algunas reflexiones a manera de conclusiones.

La interacción: un acercamiento teórico
Si partimos de la tesis de que la interacción es un proceso social que se construye entre sujetos, damos por hecho que está presente en toda relación social independientemente de la forma de comunicación que se establezca. Sin embargo, la interacción se construye, potencia y propicia cuando se busca encaminarla hacia determinados fines como en el caso de la educación, específicamente en el ejercicio de la práctica pedagógica entre el maestro y sus alumnos.

Se dice que la interacción “es un concepto polisémico de difícil operativización debido a la larga tradición analítica que comienza en René Descartes” (Diccionario de las Ciencias de la Educación,18ª edición, 2002, 798 pp.), sin embargo, si se aplica el concepto de interacción al área de la educación, se dice que la Interacción educativa es una “acción recíproca que mantienen, al menos, dos personas con el propósito de influirse positivamente. La Interacción educativa es la relación dinámica que mantiene el profesor ante un grupo de alumnos, y la acción directa que desarrollan entre sí” (Ídem. 799).

De esta noción, rescatamos que la interacción en el campo de la educación es una relación dinámica, una acción directa y un modo de influirse positivamente. Estas tres acciones se objetivan en la relación maestro-alumnos. Deducimos que la interacción educativa debe ser planeada, organizada, dirigida, pensada para buscar la mejor forma de influir en el otro de manera positiva; de lo contrario, la interacción se queda en el nivel de roce social dentro de un grupo, simplemente por estar en una asociación. 

Respecto a la categoría de “interacción”, existe una diversidad de teorías que expresan la importancia de construir una interacción positiva, constructiva o dinámica entre docente y alumnos para desarrollar la práctica pedagógica. Por ejemplo, para Freire (1997) la interacción es un proceso recíproco entre docente-alumno, donde ambos se encuentran interesados por los mismos objetivos y propósitos; para Gramsci (1995) el encuentro académico habrá de desarrollarse en un ambiente de rapport pedagógico, donde el maestro sigue siendo alumno y todos aprenden de todos; para Stanford y E. Roark (1981), la interacción maestro–alumno es un proceso social. 

En este sentido, la interacción maestro-alumnos es un elemento indispensable en el ejercicio de la práctica pedagógica. Hasta antes de los años setenta, la interacción era un elemento olvidado en el campo de la educación. No se consideraban los logros que podía generar. Sin embargo, a partir de dicha década, la interacción se presentó como una propuesta pedagógica para el logro de mejores resultados en la educación, tomando como punto de partida la siguiente premisa: “La interacción y el aprendizaje sociales pueden llegar a ser la esencia de la educación, en tanto que la materia de estudio se convierte en un ingrediente de la interacción” (Stanford y E. Roark, 1981, p.14). No obstante, prácticamente no fue retomada como práctica pedagógica en el interior de las aulas. 
Aun así, la interacción suele ser mencionada, propiciada, practicada. Es potenciada y además es el resultado de sujetos. En el campo educativo, el docente es el sujeto clave para llevarla al interior del aula, el motor indispensable que puede construir encuentros académicos con los alumnos en ambientes agradables de interacción, comunicación, confianza, honestidad, ética y práctica de valores. Lo anterior, por supuesto, también puede ser realizado por los alumnos.

La interacción implica relacionar el todo en el proceso de la práctica pedagógica, es un principio rector que debe ser el fundamento sobre el cual descanse el principio del aprendizaje. Es decir, “la educación es un proceso social, el aprendizaje con significado se produce mediante la interacción humana, y la educación debe involucrar el conocimiento y la comprensión del sujeto por sí mismo” (Stanford y E. Roark, 1981, p.13).
Con esta lógica, el proceso educativo se construye mediante la interacción entre tres elementos: docente-conocimiento-alumno. Los saberes, los conocimientos y contenidos de planes y programas de estudio se subordinan a la interacción, es decir, se pueden obtener mejores logros académicos si el proceso pedagógico se basa en la interacción maestro-alumno y si existe un mayor conocimiento de los sujetos, en otras palabras, si se conocen sus deseos, intereses, necesidades y demás aspectos psicosociales. Se puede decir que “La interacción social y el aprendizaje social llegan a ser la esencia de la educación, en tanto que la materia de estudio se convierte en un ingrediente de la interacción” (Stanford y E. Roark, 1981, p.14). Asumiendo esta tesis, se puede decir que el aprendizaje que se construye mediante la práctica pedagógica del docente es producto de la interacción social y que los contenidos de planes y programas pasan a ocupar un segundo lugar. Son el pretexto para construir la interacción entre los sujetos, la cual fortalece el desarrollo del conocimiento y sus contenidos en las prácticas pedagógicas.

Bajo este enfoque de interacción social, el ambiente es de empatía y solidaridad. La dinámica que se establece entre docente/alumno es de seguridad y confianza; se aprende mediante los errores y los aciertos. El crecimiento humano y académico se produce sin coerción, cada uno asumiendo su responsabilidad y compromiso en el proceso del aprendizaje. 
Stanford y E. Roark (1981) consideran que las relaciones establecidas en el salón de clase tienen que dar a los alumnos la sensación de que están fuera de toda amenaza a fin de que puedan explorar, experimentar y fracasar libremente. Sentirse amenazados los hace distorsionar las actividades para poder protegerse de la desaprobación, el castigo o el fracaso. En cualesquier caso, la actividad del estudiante se vuelve defensiva y restringida. Asimismo, el ambiente debe ofrecer un desafío, una confrontación, así como la información por medio de la cual se puedan afrontar dichos retos (p. 20).
Desde el punto de vista pedagógico, cuando no existe una interacción positiva en la relación maestro–alumno, y no existe intención de influenciarse de manera formativa y constructiva, la relación se fractura. Se erige una barrera en la comunicación; no hay confianza y el docente practica el abuso de poder, la desaprobación y el castigo con los alumnos.
Desde la lógica de la interacción social y educativa, Stanford y E. Roark (1981) apuntan que la relación que debe construirse dentro del aula entre docente y alumnos debe propiciar el acercamiento humano, construir relaciones expeditivas en el salón de clase, y desarrollar estimación positiva incondicional hacia los alumnos. De igual manera, el docente debe contar con ciertas cualidades: ser congruente y empático, es decir, que actúe con honestidad y tenga la capacidad de ponerse en el lugar de sus alumnos. Lo anterior lo ayudaría a comprender más a sus estudiantes.
Propiciar relaciones y condiciones humanas, así como una estimación positiva incondicional hacia los alumnos, es brindar un trato humano y poner en práctica valores como la igualdad, el respeto y la honestidad. De esa manera se construye amistad y confianza incondicionales dentro de una convivencia incluyente que no discrimina.  

Stanford y E. Roark (1981) consideran que la interacción humana es el enfoque más promisorio para la enseñanza de cualquier materia, ya sea de un plan de estudios totalmente tradicional con habilidades básicas de lectura, o de un enfoque innovador de biología orientado al descubrimiento. Asimismo, vemos que la interacción humana forma la base de un contenido nuevo en educación. No intentamos convencer a los educadores de que realicen esta sustitución de la noche a la mañana, pero ciertamente tenemos la convicción de que las escuelas deben cesar su búsqueda de nuevos enfoques para alcanzar los mismos objetivos de siempre y empezar a preocuparse por trazar nuevas metas basadas en un punto de vista realista acerca de las necesidades de los individuos y de la sociedad en general (p. 25).
La idea rectora o tesis principal es que por medio de la interacción humana se puede desarrollar con éxito el proceso educativo. Mediante la interacción positiva y dinámica entre maestro-alumno es posible construir con mayor facilidad aprendizajes significativos, ya que la interacción humana permite el diálogo, la comunicación cercana entre sujetos, el compartir ideas, objetivos, sueños y el trabajo en equipo.
Sin la interacción positiva no hay comunicación, no hay confianza, no hay diálogo; si no hay interacción positiva en la relación maestro-alumno se establecen barreras que impiden el acercamiento entre los sujetos, se desconocen los deseos e intereses del otro, no hay empatía y la construcción de conocimientos se limita. Por ese motivo se dice que “la interacción humana es el ingrediente más importante en la educación, considerado por separado, y que las prácticas académicas han de elaborarse con miras a incrementar la interacción en vez de suprimirla” (Stanford y E. Roark, 1981, p. 13).
Hay cierta razón cuando se afirma que la interacción debe ser incrementada en lugar de ser suprimida en el interior de las aulas. A pesar de ser considerada como el ingrediente más importante en la educación, está claro que para que sea propiciada debe haber disposición tanto del educador como de los educandos. Cada docente establece un determinado grado de comunicación con su grupo de alumnos, y cada interacción o comunicación que establezca con ellos dependerá de la correspondencia que logre en carácter y personalidad.

Es decir, la dinámica que se construye entre los alumnos y el docente es condicionante para el tipo de relación que se establezca en el interior de las aulas. Dentro de esta lógica: “La docencia puede caracterizarse como un proceso de interacción entre personas, en el que los sujetos –profesores y estudiantes- establecen interrelaciones, a través de las cuales forman un grupo con dinamismo propio” (Molina, 1985, p. 148-49). Dicho dinamismo se construye considerando la heterogeneidad de los alumnos, quienes muchas veces pueden converger en sus intereses y deseos, pero otras tantas no.

No se puede negar que existen diferentes dinamismos de interacción y comunicación entre docente y alumnos, y que en muchas ocasiones no es posible construir una interacción positiva y dinámica debido a la personalidad de los alumnos y del mismo maestro. Sin embargo, es importante reconocer que la interacción humana, la interacción positiva, es el elemento a rescatar y potenciar en el ejercicio de las  prácticas pedagógicas.

La práctica pedagógica en su totalidad debe considerar los dinamismos y factores que la constituyen, así como analizar y comprender la complejidad de la realidad, trascender más allá de lo institucional. Se ha dicho que la interacción humana es un elemento indispensable en la práctica pedagógica, que es necesaria una interacción positiva y dinámica, sin embargo, considera que antes de una interacción humana para hacer converger en intereses comunes y objetivos compartidos considerando la heterogeneidad de los sujetos que intervienen, es necesario un proceso de concienciación para así contemplar la necesidad de una interacción humana, positiva y dinámica que sirva como guía hacia los mismos deseos e intereses.

Un grupo de alumnos por naturaleza es heterogéneo: tienen intereses diversos, los constituyen realidades económicas, políticas y sociales distintas. Su diversidad sociocultural lo vuelve complejo, sin embargo, como grupo que comparte un aula, una institución educativa, una filosofía educativa, un mismo plan y programa de estudios, y un proyecto de vida, pueden, mediante un acto de conciencia, establecer acuerdos y objetivos comunes. Mediante el diálogo, pueden convertir sus objetivos individuales en intereses del grupo y planear su logro. Ser consciente de lo que se quiere como grupo, ayuda a reconocer que la interacción humana, positiva y dinámica es un elemento básico en la comunicación óptima y el logro de objetivos. 

“La educación es comunicación, diálogo, en la medida que no es transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores que buscan la significación de los significados” (Freire, 1997, p.77), es una premisa cierta a menos que la práctica pedagógica sea una farsa. Sin embargo, la educación también implica interacción. Es búsqueda de razón y verdad, un acto de conciencia, reconocimiento, encuentro, reflexión, transformación, comprensión y análisis de la realidad. Y en este anhelo de trascender de la práctica pedagógica, de buscar nuevos y diferentes significados, de comprender la realidad para transformarla, de propiciar ambientes agradables y adecuados en el interior de las aulas para un logro satisfactorio de objetivos, considera que la razón, un proceso de concienciación y una interacción humana positiva y dinámica, pueden ser los elementos clave a rescatar para el logro de dichos fines.  

Interacción constructiva: una propuesta de alumnos de escuela preparatoria
Hasta aquí hemos hecho un acercamiento a la interacción humana, positiva y dinámica, la cual hemos considerado como un elemento importante a rescatar en el ejercicio de las prácticas pedagógicas para construir entre docentes y alumnos formas de relación más constructivas, adecuadas y eficaces que permitan el respeto mutuo y el buen  trato, es decir, una interacción constructiva.    
Al respecto, los alumnos apuntan algunos elementos que consideran deben existir para que haya entre alumnos y docentes una interacción constructiva. Sin importar el orden de presentación, consideran que deben estar presentes: disposición, práctica de valores, buena comunicación, confianza, convivencia, comprensión y actividades didácticas.
De los alumnos encuestados, 6.69 % considera que el elemento que sin duda debe ser rescatado para que exista una interacción constructiva es la “disposición”. Algunos argumentos que los alumnos refieren son:
Disponibilidad tanto de los maestros como del alumno (respeto).
Disponibilidad del maestro y que sea comprensivo.
Disposición por ambas partes.
Disposición y cooperación por parte de los alumnos, así como de los maestros.
Disposición de hacer su trabajo de las dos partes y si hay diferencias platicar pacíficamente para aclarar el descontento. (CAlos) .

Si no hay disposición entre ambas partes, de manera lógica se deduce que no habrá acuerdos, no habrá intereses compartidos y cada uno buscará hacer lo que considera que es correcto o adecuado de acuerdo a sus intereses personales y no de grupo. La disposición siempre será la llave para realizar actividades de común acuerdo, de manera ordenada y grupal, tal como lo reconocen los mismos alumnos.
Otro elemento es “la práctica de valores”. En este mismo sentido, así como los alumnos reconocen que si el docente aplica sentido ético a sus acciones produce una interacción con práctica de valores, de igual manera reconocen que la práctica de valores es un elemento necesario para la construcción de una interacción constructiva entre docente-alumnos. Al respecto, 25.44 % de los alumnos considera que para que exista una interacción constructiva entre docente-alumnos, deben practicarse valores tales como:
respeto (42), comunicación (5), amabilidad (2), atención, comprensión (2), confianza (2), cumplir, equidad, escuchar, estudio, honestidad (2), interacción,   responsabilidad y tolerancia (2). (CAlos).
De los valores que los alumnos refieren, los dos primeros valores que mayor frecuencia presentan son el respeto y la comunicación, seguidos de los valores que también se mencionan en una frecuencia menor, tal como se puede observar en el párrafo anterior. Mientras que 5.80 % de los alumnos menciona que el docente debe mostrar: “Valores, ética profesional y dar un buen ejemplo”, (CAlos), para que se propicie la interacción constructiva.

La “buena comunicación” es otro de los aspectos importantes para que surja la interacción constructiva. Del 100 % de los alumnos encuestados, 38.83 % responde que debe haber:

- Comunicación y que no por un simple miedo nos quedemos ahí. (CAlos).  
A. Ojeda en Molina (1985) reconoce que para mejorar el proceso educativo es primordial aumentar, perfeccionar y enriquecer la comunicación, porque: “Lo que varía de objetivo a objetivo, de pedagogía a pedagogía y de metodología a metodología son las características de los elementos y sus relaciones entre ellos” (A. Ojeda en Molina, 1985, p. 112). Dichas relaciones permitirán no solo transformar el aspecto académico, sino también las interacciones entre docentes y alumnos.

Al igual que la comunicación, se considera que “la confianza” es otro elemento que debe estar presente para que haya una interacción constructiva entre docente-alumno. Al respecto, 11.60 % de los alumnos que consideran a la confianza como un aspecto importante, mencionan que debe haber:

Mientras que el 4.01% de los alumnos consideran que debe haber “convivencia” para que se dé una interacción constructiva y mencionan que debe estar presente:

“La convivencia y el respeto.
Convivir de manera positiva, intercambiar ideas, apoyarnos y ayudarnos cuando lo requerimos.
Una buena relación social con los alumnos.
Más sociable  y amable.
El relacionarse más con los alumnos, el ser carismáticos. (CAlos).  

El 3.12 considera que para que exista una interacción constructiva debe haber “comprensión” y el 4.46% considera que debe haber “actividades didácticas”. Los que opinan a favor de la “comprensión”, rescatan ideas como

“El interactuar con los alumnos y ser más comprensivos.
Llegar a soluciones positivas ejemplo, si un alumno no tiene un trabajo y el pide una prorroga pues que el maestro se la dé pero con menos valor.
Que los maestros sepan comprender, entender y escuchar alumnos. (CAlos).

Mientras que los que apuestas por las actividades didácticas, mencionan acciones como:
Jugar en el patio lo relacionado al tema de la materia.
Conocer poco a poco a los alumnos con actividades realizadas por el maestro. Poner dinámicas donde el maestro pueda conocer más a fondo a sus alumnos. Hacer dinámicas con alumnos.
Actividades donde los alumnos interactúen con el profesor.
Actividades sobre el tema, y una participación tanto de alumnos como maestros para una mejor comunicación.
Que hagan juegos y que convivan con nosotros. (CAlos)

Finalmente los docentes deben tener el tacto para tratar y ayudar a sus alumnos a construir y a superar las necesidades académicas, que sepa escuchar las necesidades e inquietudes, comprender que el proceso de aprender es mutuo entre docente alumno, a donde ambos aprenden en un ambiente de rapport pedagógico como lo refiere Gamsci (1995) “el rapport pedagógico entre maestro y alumno es un rapport activo, de relaciones recíprocas, por lo que todo maestro sigue siendo alumno y todo alumno es maestro” (p. 447). Y para que exista este rapport pedagógica, es necesario tener la disposición para construir un ambiente donde haya: confianza, comunicación, convivencia, comprender a los alumnos, practicar valores éticos, aplicar estrategias adecuadas para el aprendizaje y así poder potenciar lo que los alumnos llaman interacción constructiva, que es considerada como una necesidad al interior de las aulas.  

Conclusiones
La alusión a lo que puede llamarse interacción constructiva en las prácticas pedagógicas, más allá de la teoría, se hace presente a través de  la vos de los alumnos y se considera como una necesidad que debe ser atendida al interior de las aulas. 

La interacción es un elemento básico en el proceso de las prácticas pedagógicas que debe ser rescatada por los docentes para así poder lograr mejores ambientes de aprendizaje al interior de las aulas y mejorar las relaciones humanas entre docentes y alumnos.

Es necesario que para que se potencia la interacción maestro-alumno, el docente debe brindar principalmente confianza, comunicación y respeto a sus alumnos para que estos se les facilite el acercamiento con el docente para dialogar, participar  y consultar sus dudas en el momento de la clase. Porque “En la interacción existen siempre muchos mensajes más allá de las palabras, que perfeccionan, modifican y a veces sustituyen a las palabras entre los interlocutores, (Stanford y E. Roark, 1981, p. 42)

Rescatar por parte el docente elementos como: disposición, práctica de valores, buena comunicación, confianza, convivencia, comprensión y actividades didácticas; elementos que son considerados por los alumnos como necesarios para construir una interacción constructiva entre maestro-alumnos.

Bibliografia
Cardona, C. (1990) Ética del quehacer educativo. Madrid: RIALP.
Freire, P. (1997) ¿Extensión o comunicación? México: Siglo XXI.
Freire, P. (1998) La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.
Freire, P.  (1999) Cartas a quien pretende enseñar. México: Siglo XXI.
Gramsci, A. (1995) La alternativa pedagógica. México: Fontamara.
Gutiérrez, F. (2002). Educación como praxis política. México: Siglo XXI.
Molina, A. (1985). Diálogo e interacción en el proceso pedagógico. México: Biblioteca pedagógica-sep, Ediciones el caballito.
Stanford, G. & A. Roark. (1981). Interacción humana en la educación. México: Diana.


CAlos: C = Cuestionario. A = Alumnos. Es la nomenclatura utilizada para identificar la información empírica que se rescata de un cuestionario aplicado a 224 alumnos de una escuela Preparatoria.