El deseo: del instinto al inconsciente. Un recorrido epistemológico
The Desire: from the Instinct to  the Unconscious. An Epistemological Tour

Flavia Andrea Navés
Universidad de Buenos Aires
flaviaandreanaves@gmail.com

 

Resumen

El presente escrito, se enmarca en el Proyecto de investigación UBACyT 2011-2014 Actitudes de estudiantes universitarios de grado y de posgrado de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires respecto de la ética profesional dirigido por la Dra. Elizabeth Ormart
Para su presentación utilizaremos un recurso cinematográfico, se trata del film de Alan Parker, The life of David Gale, estrenado en 2003, con Kevin Spacey en el papel protagónico.
Su finalidad es reseñar brevemente algunos de los antecedentes de la noción del “deseo humano”. La larga historia del concepto del deseo humano ilumina una diversidad de aspectos que fueron aportados por la filosofía clásica en el proceso de su construcción conceptual.
Nuestra intensión es mostrar cómo este concepto es recepcionado y transformado por el psicoanálisis, relacionando este proceso con el método científico utilizado por él para su abordaje; método diferente al de las ciencias exactas, pero no por eso menos riguroso.


Palabras clave: Deseo- pasión- método científico- psicoanálisis.

Abstract
This letter is part of the Research Project 2011-2014 UBACyT Attitudes of college students graduate and graduate of the School of Psychology at the University of Buenos Aires on professional ethics led by Dr. Elizabeth Ormart
To use a resource submission film, this is the Alan Parker film, The Life of David Gale, released in 2003, with Kevin Spacey in the title role.
Its purpose is to briefly review some of the history of the notion of "human desire". The long history of the concept of human desire illuminates a variety of aspects that were provided by classical philosophy in its conceptual construction process.
Our intention is to show how this concept is recepcionado and transformed by psychoanalysis, linking this process with the scientific method used by him for his approach, method different from the exact sciences, but no less rigorous.
Key words: Desire-passion-psychoanalysis scientific method.
Fecha recepción: Octubre  2011            Fecha aceptación: Noviembre 2011

Introducción
En el presente trabajo nos proponemos reseñar, en un breve recorrido epistemológico, ciertas definiciones fundantes del concepto de “deseo humano” recepcionado y transformado posteriormente por el psicoanálisis.

No puede desplegarse un recorrido epistemológico del concepto de deseo, para el psicoanálisis, sin remitirnos a la filosofía clásica. Pues es a través de ella que podremos iluminar una diversidad de aspectos que han quedado olvidados en el proceso de construcción conceptual de la noción de deseo propuesta por el psicoanálisis.
Para dar entrada al concepto de deseo, tal como lo entiende el psicoanálisis, nos serviremos del cine como apoyatura didáctica; luego realizaremos un breve recorrido epistemológico sobre el concepto de deseo y su relación con el método científico utilizado por el psicoanálisis para su abordaje. Por último, mostraremos cómo este concepto es recepcionado y transformado dentro del marco teórico psicoanalítico.

LO QUE EL CINE NOS ENSEÑA SOBRE EL DESEO
A manera de epílogo, introduciremos una breve referencia cinematográfica. El film de Alan Parker, The life of David Gale, estrenado en 2003, con Kevin Spacey en el papel protagónico, nos servirá para presentar de un modo coloquial la cuestión del deseo.
David Gale es un joven y brillante intelectual, egresado con honores de Harvard, que obtuvo su puesto titular de Profesor de filosofía en Cornell cuando tenía apenas veintiséis años. La primera escena lo muestra disertando ante un nutrido y atento auditorio de estudiantes. El tema: la concepción del deseo en el pensamiento del psicoanalista francés Jacques Lacan –tema no muy habitual para las universidades norteamericanas-. En el pizarrón está prolijamente dibujado a tiza  uno de los esquemas más conocidos de Lacan, el llamado grafo del deseo, y la frase con que Gale cierra su charla tendrá, como veremos, un alcance crucial: toda nuestra existencia no es sino para Otro.

Retomemos la escena en detalle. Todo transcurre en el auditorio de la universidad en la que Gale se desempeña como profesor.  Está frente a sus alumnos y explica el papel de la fantasía y el sentido del deseo en los seres humanos:
David Gale: Vamos, piensen. Quiero que se remonten dentro de esas mentes y me digan, nos digan todo. ¿Cual es vuestra fantasía? ¿La paz mundial? (risas del auditorio) Piénsenlo. ¿Fantasean con la fama internacional? (vítores) ¿Fantasean con ganar un premio Pulitzer o el premio Nobel? ¿Un premio en MTV? (risas) ¿Fantasean con encontrar algún trozo de genialidad, ostensiblemente malo pero secretamente cocinado a fuego lento con noble pasión y voluntad para luego dormirse en los laureles? (risas)
Estudiante: Déme dos.
Gale: ¿Qué fue eso?
Estudiante: Déme dos.
Gale: Kimberly se lleva dos. Has captado el punto de Lacan. Las fantasías tienen que ser utópicas, porque al momento, al segundo, que tienes lo que buscas, no lo quieres más. En orden de continuar existiendo, el deseo debe tener su objeto perpetuamente ausente. No es aquello que quieres, es la fantasía de ello. Entonces el deseo sostiene fantasías locas.
Se oye un portazo y entra una estudiante diciendo:
Perdón...
Gale: Esto es lo que Pascal quiere decir cuando dice "sólo somos verdaderamente felices cuando soñamos durante el día acerca de una futura felicidad" ¿O por qué decimos "la caza es más dulce que lo cazado" o "ten cuidado con lo que deseas"? No porque tendrán eso sino porque están condenados a no quererlo una vez que lo tengan. Entonces la lección de Lacan es que vivir por sus deseos nunca los hará felices. Lo que significa ser completamente humanos es vivir por ideas y por ideales y no medir sus vidas por lo que han obtenido en términos de sus deseos sino por aquellos pequeños momentos de integridad y pasión, racionalmente, incluso el auto-sacrificio. Porque al fin, la única manera en que podemos medir el significado de nuestras vidas es por la valoración de las vidas de otros.
            En “La vida de David Gale”, se podría probar que la propia historia que relata el film es una demostración de que cuando Gale dicta su clase no advierte cuánto de anticipación hay en sus palabras. Cuánto de su deseo se juega en esa primera escena de la película.


David Gale: Come on, think. I want you to reach back into those minds and tell me, tell us all, what is it you fantasize about. World peace? [laughs] Thought so. Do you fantasize about international fame? [cheers] Do you fantasize about winning a pulitzer prize or a Nobel peace prize? An MTV music award? [laughs] Do you fantasize about meeting some genius hunk, ostensibly bad but secretly simmering with noble passion and willing to sleep on the wet spot? [laughs]
Student: I’ll take two.
Gale: What was that?
Student: I’ll take two.
Gale: Kimberly will take two. You get Lacan’s point. Fantasies have to beunrealistic, because the moment, the second, you get what you seek, you can’t want it any more. In order to continue to exist, desire must have its objects perpetually absent. It’s not the it that you want its the fantasy of it. So desire supports crazy fantasies.
Gale: This is what Pascal means when he says ’we are only truly happy when day-dreaming about future happiness’. Or why we say ’the hunt is sweeter than the kill’ or ’be careful what you wish for’. Not because you’ll get it but because you’re doomed not to want it once you do. So the lesson of Lacan is living by your wants will never make you happy. What it means to be fully human is to live by ideas and ideals and not to measure your life by what you’ve attained in terms of your desires but those small moments of integrity and passion, rationality, even self-sacrifice. Because in the end, the only way that we can measure the significance of our own lives is by valuing the lives of others.

Transcripción de Francisco Abelenda, en su artículo “¡Lacan en Hollywood!”, en Etc, publicación de la Fundación Descartes –citado por Juan Jorge Michel Fariña en Bioética y Cine: Tragedia griega y acontecimiento del cuerpo. Letra Viva, 2012.

EL CAMINO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA.
Al intentar comprender el mundo en que vivimos ponemos en juego nuestra subjetividad, elaborando teorías que nos permiten comprender el mundo que nos rodea. Sin embargo, nuestra percepción no nos brinda las herramientas necesarias para obtener un criterio de verdad que valide las teorías obtenidas a partir de nuestras percepciones de los hechos. Pero, ¿no deberíamos atribuir a la naturaleza el contenido de nuestras percepciones? ¿Acaso no poseemos un método para describir de manera universalmente evidente lo que pertenece a la realidad?
Siguiendo a Strasser (1967) podríamos afirmar que en la época renacentista se inicia la aplicación sistemática del método matemático-geométrico a la exploración de la naturaleza; siendo Galileo el pionero de este proceso de matematización cuya finalidad consistía en excluir la subjetividad de la consideración de la naturaleza, ya que al contar y al medir se supera la relatividad de la percepción subjetiva obteniendo, en cambio, una universalización del conocimiento; es en el campo de la física dónde este método obtendrá sus mayores éxitos pretendiéndose devenir “el único método valido” para la investigación científica.
Ahora bien, el filósofo Edmundo Husserl nos advierte sobre los peligros que amenazan a la investigación moderna ya que la misma pretende “construir una naturaleza objetiva eliminando al sujeto para el cual la naturaleza es naturaleza” (Strasser, 1967). Su denuncia hace foco en lo que denomina la reducción positivista de la idea de ciencia, aludiendo a quienes consideran que sólo la ciencia podría construir un universo objetivo.
Cabe destacar que si bien se le atribuye a Galileo la universalización del método matemático-geométrico, ya en la antigüedad diversas culturas habían desarrollado su propio método científico concibiendo de modo diferente las metas de la ciencia “mientras que la meta de la ciencia en Babilonia era predecir los fenómenos, la de la ciencia griega era explicarlos” (De Asúa, 1996). Un breve recorrido sobre la historia de la astronomía, en la antigüedad, nos permitirá una mayor comprensión sobre lo anteriormente expuesto.
Los pueblos que habitaron la Mesopotamia fueron quienes construyeron un sistema astronómico muy sofisticado. Durante la época Seléusida (entre el 250 y el 50 a.C.) se desarrollo una astronomía predictiva que utilizaba técnicas matemáticas con el objetivo de determinar ciertas posiciones significativas de los astros, así como también fueron utilizadas funciones numéricas con máximos y mínimos para predecir que pasaría en el futuro con los mismos.
En esta época la astronomía junto a la astrología formaban parte de las prácticas mágico-religiosas de la civilización mesopotámica, motivo por el cual adquiere una importancia relevante el hecho de conocer con anticipación la ubicación de los astros, ya que su ubicación se encontraba asociada a un sistema de augurios.
En Grecia, en cambio, la construcción de la ciencia tomo un camino diferente. En el siglo VI a. C los pre-socráticos intentaron encontrar una explicación racional de los principios de la naturaleza, basados en una filosofía natural que buscaba una explicación natural de sus fenómenos. Es sobre la base de estas teorías que se fue perfilando la astronomía griega, buscando  explicaciones geométricas de la estructura del cosmos.
Volviendo a Husserl podemos afirmar que “el descubrimiento es una mezcla de instinto y de método. Ahora bien es el método el que se adapta al instinto y no el instinto al método (…) la exactitud del físico no es, pues, el rasgo significativo de todas las disciplinas es más bien la expresión más manifiesta de un proyecto más fundamental (…) la episteme tiene una forma general que se encuentra en todos sus dominios. Está basada sobre dos categorías: la del método y la del hecho” (Strasser, 1967).

Podemos preguntarnos ¿qué es un hecho para la ciencia? Según este autor un “hecho” se refiere siempre a algo discernible, y adquiere una importancia determinada de acuerdo con el ámbito en el que es utilizado. Para el hombre de la calle, por ejemplo, conocer los hechos es sinónimo de “conocer ciertamente”, ya que para él la verificación del hecho se corresponde con su percepción o su observación. Sin embargo, un hecho nada tiene que ver con una sensación. Además no siempre un hecho puede ser probado por observaciones; en el leguaje matemático, por ejemplo, no es posible hablar de “una verdad establecida de hecho” sin antes haber desarrollado rigurosamente un juicio deductivo a partir de ciertos axiomas o postulados.
Entonces, ¿qué es un hecho?, “un hecho es un objeto o relación objetiva con la cual nos confrontamos. Nos colocamos frente a una cierta totalidad para poder distinguir y determinar hechos” (Strasser, 1967). El hecho se relaciona estrechamente con otra categoría: “el método”. El método es el equivalente al camino que la ciencia emprende. El mismo se va construyendo mientras se pretende alcanzar la meta, convirtiéndose esta última en la guía que nos indica qué camino tomar; estableciéndose así los hechos de acuerdo con una idea metódica.
Los análisis de Husserl no hacen referencia a la totalidad de la episteme moderna, sólo habla de las humanidades para reprocharles el haberse dejado arrastrar por el cientificismo. Sin embargo, es posible afirmar que la matematización sólo es llevada a cabo en la medida en que puede ser útil.

DE LA PSIQUIATRÍA AL PSICOANÁLISIS
Esta tensión entre un método emanado de las ciencias exactas y los hallazgos que provienen del campo humanista se pueden verificar también en la historia de la psiquiatría argentina. Como lo constata Florencia Ibarra, la influencia del Iluminismo, en la Revolución de Mayo de 1810, trajo aparejadas consecuencias epistemológicas en las concepciones de la época: “la palabra pasión comienza a utilizarse en un sentido contrario al padecer pasivamente (…) las pasiones ya no connotan un padecer en forma pasiva, como puede leerse en las consideraciones cartesianas sino que ellas dirigen la acción y lo hacen hacia un objeto” (Ibarra, 2007; pág.2). En palabras de Monteagudo “(…) todas las pasiones tienen una gravitación moral hacia su objeto, que precipita necesariamente a los que están poseídos de ellas” (Goldman, en Ibarra, op. cit,).
En síntesis, las nociones que connotan los afectos –la pasión, el deseo, etc.- aparecen con el Iluminismo asociados a fenómenos morales, de allí que muchos autores se definieran como médicos-filósofos.
El método, por lo tanto no se acompaña de los criterios de las ciencias exactas sino que sigue un derrotero diferente.   
Tomemos otro ejemplo importante en relación con la categoría de deseo como es el caso del psicoanálisis, cuyo status científico es discutido, justamente a propósito del método.
En su modelo de demarcación de la ciencia, Karl Popper tomó al psicoanálisis como ejemplo de pseudociencia, porque violaba el principio de falsabilidad, en contraste con la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Popper observó que, mientras las condiciones de refutación de las hipótesis de Einstein estaban determinadas con precisión y Einstein estaba dispuesto a empezar de nuevo si la evidencia no las sustentaba, las teorías de Sigmund Freud eran infalsables y le permitían reinterpretar la evidencia cuando no confirma las hipótesis.
El epistemólogo Mario Bunge, por su parte,  en su modelo de demarcación de la ciencia, sostiene que el psicoanálisis es un ejemplo de pseudociencia porque carece de consistencia externa. Mientras las diferentes disciplinas científicas interactúan apoyándose las unas en las otras, tanto en sus aspectos teóricos como empíricos, el grave problema del psicoanálisis, consistiría según sostiene Bunge, en que se trata de una disciplina aislada del resto del conocimiento, que no interactúa con disciplinas obviamente pertinentes, tales como la psicología experimental, la neurociencia cognitiva y las ciencias biológicas

UN RECORRIDO FILOSÓFICO SOBRE LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESEO
En rigor la concepción sobre el deseo, no es una creación del psicoanálisis. Así lo constata el propio Jacques Lacan, quien reconoce tres fuentes: los diálogos socráticos de Platón, Hegel y el propio Sigmund Freud.
Efectivamente, ya en El banquete, de Platón, podemos leer: “lo que desea, desea aquello de lo que está falto, y no lo desea si está provisto de ello” (…) éste y cualquier otro que siente deseo, desea lo que no tiene, lo que no posee y lo que él no es”.

Y más explícitamente en las siguientes citas de Hegel, todas ellas extraídas de la Fenomenología del Espíritu:
“Para que el sujeto pueda aparecer, es necesario que aparezca un deseo. Ahora bien, no simplemente una apetencia sobre el objeto, que lo único que le daría es la sensación de individualidad, de identidad, de sentimiento de si, o sea que no es estrictamente un deseo sino una apetencia.”
“El deseo antropógeno difiere pues del deseo animal, que constituye un ser natural, sólo viviente y que no tiene más sentimiento que el de su vida”
“… en tanto que el deseo, que se postula sobre otro deseo, genera algo diferente de la mera posición del viviente, del ser natural, por el hecho de que se dirige no hacia un objeto real, positivo, dado, sino sobre otro deseo”
Por último, dos últimas frases de Hegel, también concluyentes sobre la dimensión del deseo: “El deseo humano debe superar este deseo de conservación: dicho de otro modo, el hombre no se considera humano si no arriesga su vida en función de su deseo humano” (…) El hombre se reconoce humano al arriesgar su vida para satisfacer su deseo humano”.
En síntesis, para Hegel el deseo que se dirige sobre un objeto natural no es humano sino en la medida en que está mediatizado por el deseo del otro dirigiéndose sobre el mismo objeto. Es propio de lo humano por lo tanto desear lo que otros desean, justamente porque lo desean. Así, un objeto totalmente inútil puede ser deseado en la medida en que es objeto de otros deseos.
La consecuencia lógica es que la vida misma está supeditada a ese deseo del otro. Por eso para Hegel “hablar del origen de la autoconciencia es, necesariamente, hablar del riesgo de la vida con miras a un fin esencialmente no vital.”
Asimismo, dentro del campo de la filosofía clásica puede rastrearse el concepto de deseo ligado a las pasiones.
Una primera conceptualización del deseo unido a las pasiones puede encontrarse en el texto Tratado de las pasiones del alma de René Descartes (1649) quien nos dice que “…elprincipal efecto de todas las pasiones en los hombres es que incitan y disponen su alma a querer las cosas para las cuales preparan sus cuerpos…” Asimismo realiza, en el presente texto, un ordenamiento y una enumeración de las mismas ubicando al deseo entre las seis pasiones primarias“…es fácil observar que solo hay seis que lo sean, a saber: la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza; y que todas las demás son compuestas de estas seis, o son especies de las mismas…”; definiéndolo de la siguiente manera: “La pasión del deseo es una agitación del alma causada por los espíritus que la disponen a querer para el futuro la cosa que le parece conveniente. Así no se desea solo la presencia del bien ausente, sino también la conservación del presente, y además la ausencia del mal, tanto del que se padece ya como del que podemos recibir en el futuro (…) Observo, en fin, en el deseo la particularidad de que agita el corazón más que ninguna otra pasión”
En el texto El Leviatán Thomas Hobbes (1651) dice que “el esfuerzo cuando se dirige a algo que lo causa, se llama APETITO O DESEO; (…) el primero se restringe con frecuencia a significar el deseo de alimento, especialmente el hambre y la sed (…)Lo que los hombres desean se dice que lo aman (…) así el amor y el deseo son la misma cosa, sólo que con el deseo siempre significamos la ausencia del objeto y con el amor la presencia del mismo”.
Los Epicúreos, en cambio, asociaban a los deseos con los impulsos naturales y las necesidades. Por esta razón consideraban que “debían ser educados”, pues de esa manera se podía descubrir “la propia singular naturaleza” y actuar en esa dirección para alcanzar la felicidad.
Spinoza en su texto Ética demostrada según el orden geométrico nos dice lo siguiente: “(…) entre el apetito y el deseo no hay diferencia alguna, si no es la que el deseo se refiere generalmente a los hombres, en cuanto que son consientes de su apetito y por ello puede definirse así: el deseo es el apetito acompañado de la conciencia del mismo. Así pues, queda claro, en virtud de todo esto,  que  nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzgamos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos”. Este autor distingue al hombre del animal justamente por su condición deseante y si bien aún en él se encuentra el deseo ligado al instinto, es posible percibir que ya en sus conceptualizaciones se encontraba implícita la pregunta que Jacques Lacan formulará en el Seminario 7 La ética del psicoanálisis al referirse al deseo inconsciente y a la posición subjetiva que reposa en el mismo “¿has actuado conforme al deseo que te habita?”; pregunta que interpela al hombre haciéndolo responsable de su deseo.

Conclusión
A modo de conclusión intentaremos reordenar y resumir lo anteriormente expuesto.
La larga historia del concepto del deseo humano ilumina una diversidad de aspectos aportados por la filosofía clásica en el proceso de su construcción conceptual.  Esta construcción conceptual del deseo humano recepcionado y transformado por el psicoanálisis no es posible sin un método de investigación científica que permita su abordaje.
Considerando que, según Strasser, el hecho como objeto con el cual se confronta la ciencia es abordado por un método y es a partir de ese abordaje que se construye un objeto de estudio; es posible reflexionar que para el psicoanálisis el deseo inconsciente se constituye como objeto de estudio a partir de las evidencias clínicas que muestran que hay algo que excede al sujeto de la conciencia determinando una posición subjetiva singular. 
En síntesis, es posible considerar que el deseo como singularidad subjetivante se torna un desafío para la universalización objetivante del método de las ciencias positivas. En otras palabras, la elaboración del concepto de deseo no sigue una evolución lineal, como la de los avances en física u otra ciencia exacta.
Sin embargo, es posible afirmar que si bien el método utilizado por el psicoanálisis para construir el conocimiento no es el mismo que el de las ciencias exactas, el resultado es igualmente riguroso.

Bibliografía
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